La búsqueda

Ahí venía, volvía caminando desde lo de mi tía. Una cuadra, dos cuadras, tres cuadras, nada relevante. Ahí venía, estaba buscando algo que me sorprenda. Siempre que camino por esta ciudad encuentro algo interesante, situaciones tristes o divertidas, extrañas o cotidianas, situaciones que te hacen reír como un loco y sentir ese escalofrío que recorre tu espalda tensionando todos los músculos de tu cuerpo hasta la punta de los dedos; o esas que llegás a tu casa y no podés dormir llorando, mientras le pegás al colchón y pensás “La puta, qué de mierda es esta vida”. Ahí venía, llega un punto en el que si no encontrás nada empezás a forzar las cosas, querés autosorprenderte, buscás situaciones donde no las hay, querés encontrar algo pero no aparece. Entonces cagaste, porque estás a la expectativa y lo interesante, lo indispensable en ésto, es no verlo venir, estar justo enfrente cuando de repente la sorpresa te golpea a toda velocidad y te hace sentir más vivo, más vivo que nunca. Ahí venía, al rato la charla con mis compañeros de caminata me hizo olvidar mi búsqueda de situaciones y bajé la guardia, nuevamente mi ser estaba preparado para ser arrollado por la increíble sensación de la sorpresa. Hizo falta un semáforo cambiando a rojo que no me permitió cruzar Santa Fe y me retrasó unos segundos, para que mi humanidad y la sorpresa puedan encontrarse en aquella esquina, ¿acto del destino? Tal vez. ¿Consecuencia de la casualidad? Seguro. Sea cual sea la razón, ni a mí ni a ella nos importó, nos cruzamos. Algo interrumpió la charla, levanté la vista y vi a dos pibes esquivando bocinazos, uno tenía un oso de peluche rosa que debería medir un metro y medio, el otro llevaba en sus manos la mayor cantidad de flores que jamás vi, me quedé helado, sentí el escalofrío, vino la risa, la risa de loco. Logran cruzar la calle en rojo y pasan a mi lado, el del oso increíblemente se hace cargo del juguete y de las flores, el otro le dice “Es la que está de espaldas” y se queda a mi lado mientras lo observamos alejarse en dirección a una chica que espera el colectivo y que no se percató de lo que sucede. El pibe me mira, le sonrío.

– ¿Funcionará? –me pregunta casi desesperado.
– Ojalá.